DIABETES, UN ENEMIGO SILENCIOSO

En los últimos años, las consultas por diabetes han aumentado exponencialmente. Cada vez es más frecuente observar gente que acude al especialista, ya sea de forma espontánea o por derivación de su médico de cabecera, porque “le subió el azúcar en la sangre” o porque tiene “un poquito de diabetes”. La mayoría de los pacientes saben que tener la glucosa en sangre elevada es malo… pero no saben por qué.

Para responder a este interrogante, es fundamental aclarar algunos conceptos que nos ayudarán a comprender mejor la enfermedad.

La glucosa es una sustancia que funciona como “combustible” del organismo y que normalmente se encuentra en la sangre en un rango de 70 – 110 mg/dl. Es lo que los profesionales de la salud denominamos “glucemia”. Este delicado equilibrio se mantiene, entre otros factores, por la acción de una hormona producida por el páncreas que se llama insulina.

En la diabetes, dicho equilibrio se pierde: 1) porque el páncreas no produce una suficiente cantidad de insulina; 2) porque hay una resistencia a la acción de la hormona a nivel periférico (músculo, tejido adiposo, hígado); 3) por una combinación de ambos mecanismos. Por lo tanto, se genera un aumento de la glucemia que lesiona la pared de las arterias y altera la llegada de oxígeno a los tejidos, lo que finalmente ocasiona la muerte de las células. Según el órgano afectado (corazón, cerebro, riñón, ojos), podremos observar complicaciones tales como infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, insuficiencia renal, ceguera, amputaciones de miembros inferiores, etc.

En Argentina, se calcula que una de cada diez personas tiene diabetes, y el 50% de quienes la padecen desconoce su condición, porque es una enfermedad que no produce síntomas hasta que el aumento de la glucemia alcanza un valor crítico o hasta que aparecen las complicaciones.

El 90% de los casos corresponden a diabetes tipo 2, que forma parte de las llamadas “enfermedades crónicas no transmisibles”, entre las cuales se encuentran el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la obesidad. Todas ellas están relacionadas con el envejecimiento de la población y los hábitos de vida actuales (mala alimentación, sedentarismo, consumo de tabaco o de alcohol, etc.).

¿Quiénes están en riesgo de padecer diabetes?

Toda persona con edad mayor de 40 años, obesidad, hipertensión arterial, alteraciones en el colesterol o en los triglicéridos sanguíneos, antecedente de diabetes en familiares de primer grado (padre, madre o hermano), antecedente de diabetes en alguno de sus embarazos o antecedente de haber dado a luz un hijo con peso al nacer mayor de 4 kg, debe concurrir a control clínico para hacer la detección de la enfermedad, tenga o no tenga síntomas.

Cuando la glucemia sobrepasa un determinado valor (que suele ser mayor de 200 mg/dl), pueden aparecer síntomas como pérdida de peso, sed, micciones más frecuentes, sequedad de boca, cansancio extremo. No obstante, muchas personas tienen glucemias elevadas durante períodos prolongados y no sienten ninguna molestia. Esto explica la importancia de identificar a los grupos de riesgo para detectar la enfermedad a tiempo y evitar sus devastadoras complicaciones.

Una vez que el diagnóstico de diabetes se confirma, lo primordial es iniciar el tratamiento sin demora, que consiste en cambios en el estilo de vida (es decir, un plan alimentario personalizado sumado a actividad física adecuada para la edad y el estado cardiovascular) y, si es necesario, medicación para regular la glucemia.

Como conclusión, debemos recordar que el diagnóstico de diabetes no tiene que ser visto como una sentencia de muerte. Convivir con la enfermedad es posible con un control periódico pautado con el equipo de salud, a los fines de prevenir las complicaciones que, en definitiva, son las que realmente afectan la calidad de vida.

Dra. Silvina Alba | Médica Nutricionista y Diabetóloga de Clínica Modelo de Morón