El infarto agudo de miocardio es una situación crítica provocada por la obstrucción de alguna de las arterias que irrigan al corazón (coronarias), provocando la muerte de una porción de tejido, que será reemplazado por una cicatriz.

Esta patología sigue teniendo aún hoy una alta mortalidad, que se extiende más allá de la internación, por lo que es importante saber cómo debería seguir la vida de un paciente, luego de un infarto de miocardio, para reducir al máximo el riesgo de recurrencia o muerte.

Al alta de la internación se prescribirá un programa de actividad física a desarrollar en forma progresiva y un listado de medicaciones y cambios en hábitos higiénico-dietéticos, que ayudarán a conseguir el objetivo de mejorar la calidad de vida y prolongarla, libre de nuevos eventos.

Las medicaciones pueden variar de individuo a individuo, pero seguramente en el listado habrá dos fármacos que casi la totalidad de pacientes va a recibir: la aspirina, para disminuir la formación de trombos en las arterias y hacer menos probable la oclusión arterial y las drogas hipolipemiantes: las “estatinas”, cuya indicación va mucho más allá del descenso del colesterol. De hecho, están indicadas aún en presencia de valores de colesterol normal, ya que su efecto sobre la pared arterial es fundamental para la disminución de riesgo de un segundo infarto.

Si bien es cierto que en ocasiones pueden provocar algunos efectos adversos, en realidad se les ha hecho mucha peor fama que la que les correspondería, ya que considerando los millones de personas que a diario las reciben y no padecen molestia alguna, la relación riesgo beneficio, ampliamente las favorece.

Es muy importante mantener la continuidad de los tratamientos, por lo que si surgen síntomas que preocupen a un paciente que las recibe, es fundamental no discontinuarlas en forma arbitraria y consultar y discutir con su médico tratante las posibles alternativas de reducción de dosis o cambio de fármaco.

A este esquema se agregarán uno o múltiples fármacos, según sea necesario si el paciente padece además, hipertensión arterial, diabetes, u otras enfermedades.

Pero no todo se resuelve con pastillas. Algunos cambios en el estilo de vida son fundamentales para mejorar el pronóstico. El hábito tabáquico es el principal predictor de recidiva luego de un IAM, por lo que el paciente fumador, debe cesar en forma inmediata y definitiva. Este objetivo se puede lograr en ocasiones con el simple consejo, pero muchas veces requiere de un equipo multidisciplinario que trabaje en conjunto así como el uso de fármacos para facilitar la transición durante los períodos de abstinencia.

Peso óptimo: la reducción del sobrepeso y fundamentalmente la reducción del perímetro de cintura, colaborará a la hora de pensar en la salud de nuestras arterias. La grasa abdominal no es solo cuestión de estética, sino que es un tejido metabólicamente activo que produce unas sustancias con efecto inflamatorio, que incrementan el riesgo de provocar un nuevo evento coronario.

Adquirir un plan de alimentación saludable, con mayor consume de frutas y verduras, con aumento del consumo de fibras y disminución de la utilización de grasas trans.

Ejercicio físico: la realización de 30 a 60 minutos diarios, un mínimo de 5 días a la semana ayudan al bienestar cardiovascular. Es muy positivo incorporarse a un programa de rehabilitación cardiovascular, ya que se tendrá además de un plan de ejercicio, toda la ayuda para la reincorporación a la vida activa plena. La supervisión médica da seguridad al paciente, al mismo tiempo que permite adecuar la exigencia a cada individuo en particular

El plano psicológico no debe descuidarse. Luego de un infarto no es infrecuente detectar diversos grados de depresión. Es importante jerarquizar los mínimos indicadores para combatirla precozmente y así evitar los efectos deletéreos que tiene sobre el corazón.

El infarto de miocardio es una situación compleja, requiere de mucha atención no solo del equipo de salud sino del entorno del paciente para ayudar a minimizar los daños sobre la calidad de vida, y sobre todo, exige una actitud pro-activa por parte del paciente para provocar los cambios necesarios y duraderos en el estilo de vida, que ayudarán a una recuperación más rápida y completa.

Dra. Ana María Salvati | Jefa del Servicio de Cardiología - Clínica Modelo de Morón

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