El paciente, Internet y el médico
EL PACIENTE, INTERNET
Y EL MEDICO

En el principio existían el paciente y el médico; el paciente consultaba a su médico y el médico cuidaba a su paciente.

Confusos y dispersos relatos orales de los sobrevivientes del lejano siglo XX, refieren que los médicos escuchaban al paciente el tiempo necesario, luego lo examinaban minuciosamente, en contadas ocasiones solicitaban una radiografía y unos pocos análisis de laboratorio para confirmar sus diagnósticos y luego indicaban un tratamiento.

Los arqueólogos encontraron en las cercanías de las viviendas de los médicos, unos anexos, llamados consultorios, donde los profesionales tenían el encuentro con el paciente. A los investigadores les llamó la atención que, en unos maletines de cuero negro, hallaron unos extraños utensilios utilizados para revisar a los pacientes: un trocito de madera plana, llamado bajalenguas; un curioso aparato para escuchar el corazón y los pulmones con un nombre más raro aún: estetoscopio; unos pequeños martillos inservibles para la defensa personal, pero muy útiles para tomar los reflejos; a veces, una linterna y no mucho más. Los hallazgos fueron facilitados porque en la puerta del consultorio había un rectángulo de bronce en cuyas inscripciones se leía el nombre del médico, era la famosa “chapa del Dr.” En otros casos, no se encontró el consultorio en el domicilio de los profesionales. Los relatos, ya mitológicos e imposibles de verificar, cuentan que el médico visitaba a los pacientes en sus domicilios y se relacionaba con todo su grupo familiar.

En la evolución del proceso de interacción social y económica entre el paciente y el médico aparecieron, casi en forma simultánea en todo el mundo conocido, unos organismos mutantes denominados, intermediarios. 

Los biólogos sociales refieren que la fuerza impulsora de este proceso evolutivo -en todos los casos-, fue mediada por las buenas intenciones, aunque posteriores estudios revelaron que existían oscuros intereses en su crecimiento y desarrollo. Tal es así que organizaciones solidarias vinculadas con las migraciones continentales de la especie, como las Mutuales de italianos o españoles; las Obras Sociales creadas con aportes de los trabajadores y los empresarios; las Empresas de Medicina Prepaga y hasta los Estados Soberanos intentaron, con distinto grado de éxito, la creación de Sistemas de Salud que pudieran satisfacer a los dos protagonistas del encuentro: el paciente y el médico.

Como sucede en todo proceso de evolución, los protagonistas perdieron sus características iniciales y junto con ellas, cambiaron sus nombres: el médico pasó a ser el prestador del servicio y el paciente se transformó en el cliente o el consumidor.

Mutamos del médico de familia, al médico clínico, al especialista y al superespecialista.

Y luego… llegó Internet.
Y en un mundo nuevo surgen nuevos habitantes, como el Internauta que es el homínido que averigua el estado del tiempo en una pantalla, porque los auriculares no le permiten escuchar el ruido de la lluvia sobre el techo.

Esa definición la escribió un migrante digital, es decir, un homínido en extinción que todavía averigua el estado del tiempo en el diario de papel, porque la sordera no le permite escuchar el ruido de la lluvia sobre el techo…

La relación con Internet y la revolución tecnológica digital permite clasificar a los grupos humanos en nativos y migrantes digitales. Los nativos digitales son aquellos que utilizan en forma permanente la tecnología informática básicamente para relacionarse con las personas y las cosas, mientras que los migrantes digitales somos aquellos que nacimos antes de esta revolución y, en parte, crecimos y nos desarrollamos en los años previos a la masificación del mundo digital. Estos conceptos, no sólo aluden a las brechas generacionales, sino también se refieren a formas de pensar y de sentir distintas, donde el fenómeno de la inmediatez y lo instantáneo modifican la mente y los estilos de vida. 

Internet móvil permite que cada persona, portando un pequeño dispositivo, pueda hablar, tomar fotos, recibir correos, leer el diario, jugar en red, comprar, vender, pagar sus cuentas, buscar una pareja, ver televisión, y mucho más, en todo momento y lugar. Es decir, sin darnos cuenta Internet forma parte de la vida diaria de más de dos mil millones de personas en el mundo y sigue creciendo. El lenguaje se transforma, ahora googleamos, blogueamos, chateamos, twitteamos y webeamos!!!

Y el Internauta, nativo o migrante, cada tanto se enferma, o quiere saber cómo cuidar su salud. Y ¿adónde va a buscar la información? O ¿adónde va a buscar un médico o una clínica? Por supuesto, en Internet.

Mucho se ha escrito sobre la calidad de la información médica que circula en la web, a tal punto que se desarrollan nuevas formas de ansiedad por la abundancia y disparidad de la información sanitaria que convive en el ciberespacio. Tome sus recaudos y no se preocupe mucho, Ud. se dará cuenta enseguida. Recuerde que en el barrio, Doña Rosa quería curar el cáncer terminal de su esposo haciéndole comer todos los días una cebolla cruda. La enfermedad seguía su curso inexorable y el pobre hombre moribundo sólo había agregado a la lista de sus padecimientos, un fuerte olor a cebolla… En este sentido Internet refleja la vida real.

Ahora bien, haga una prueba. Escriba en su buscador favorito el nombre de una enfermedad y mire las fuentes de donde provienen las páginas suministradas. Enseguida observará que en los sitios provistos por Instituciones Académicas, Universitarias, Sociedades Científicas, Organismos Estatales y páginas de Asociaciones de Pacientes reconocidas, el contenido y la calidad de la información es bastante homogénea, así como las descripciones de los cuadros clínicos y de los tratamientos. Desconfíe de los sitios donde prometen curas mágicas e instantáneas o medicamentos no evaluados por los Entes Reguladores Estatales encargados de aprobar la administración de fármacos a los pacientes. 

Y por último recuerde que cuando se encuentran el médico y el paciente en persona, hay una relación diferente. Si son respetuosos, ambos tratan de desconectar todos los dispositivos para utilizar mejor el poco tiempo que tienen disponible, se dan la mano, hablan, se escuchan, el paciente es revisado por el médico, el paciente y el médico conversan sobre los estudios y comentan las opciones del tratamiento. Finalmente, se establece o no, una relación de confianza y empatía.

La vida sigue cambiando y con ella se modifica también la relación entre el paciente y el médico. Esto es inevitable, así como no podemos volver a la época de las ventosas y las sangrías, el tiempo e Internet no retroceden. Ya se realizan consultas médicas o interconsultas on-line, y se consolidan patologías, como la adicción a la web. Pero los pacientes y los médicos nos seguiremos encontrando, en la vida real o en el mundo virtual, porque –todavía- la Medicina está hecha por personas para personas.

Entonces, Ud. y yo comprobaremos, ahora o en un futuro cercano, que el encuentro entre el paciente y el médico finalizará así: “para la próxima consulta, por favor, saque turno por Internet…”


Dr. José Luis Leone | Comité de Docencia e Investigación “Dr. Amadeo P. Barousse” de Clínica Modelo de Morón.

 

 

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