El hambre y los estados de ánimo pueden hacer que entremos en un círculo vicioso.
Cuando nuestras costumbres y conductas relacionadas con la alimentación están condicionadas por nuestro estado de ánimo, en este caso un estado de ánimo ansioso, (aunque también la tristeza), podemos hablar de alimentación emocional.
En estos casos, la persona no come porque tenga hambre o sienta una necesidad física, sino que lo hace para saciar las necesidades emocionales. Comer es una conducta que libera numerosos neurotransmisores, como la dopamina, que nos hacen sentir bien. Por lo que, aunque después puedan aparecer sentimientos de culpabilidad, la recompensa y la sensación de bienestar inmediata ayudan a disminuir la emoción de angustia que provoca la ansiedad.
Aunque darse un gusto de vez en cuando es algo normal e incluso recomendable, determinar nuestra alimentación en base a cómo nos sentimos, o bien intentar afrontar los problemas con comida puede hacernos caer en un círculo vicioso muy nocivo tanto para nuestra salud física como mental.
El principal problema de comer por ansiedad, es que esta sensación de hambre no se puede aplacar con comida, sino que es posible que acabemos sintiéndonos incluso peor que antes.
Comer de manera compulsiva es un síntoma muy propio de los estados de ansiedad. Cuando buscamos en la comida un alivio temporal de las emociones negativas debemos comprender que el problema no reside en el acto de comer o en la comida misma, sino en la propia ansiedad. Por lo tanto, si somos capaces de controlarla, nos será mucho más fácil aplacar la necesidad imperiosa por comer que esta provoca.
Causas:
1. Incapacidad para gestionar las emociones
Tradicionalmente se nos ha enseñado que las emociones negativas no tienen ninguna utilidad más allá que la de hacernos sufrir; por lo que es mejor esconderlas, reprimirlas o contenerlas. Como consecuencia, un gran número de personas son incapaces de gestionar sus emociones de manera adecuada y satisfactoria. De ahí que comer por ansiedad sea un problema muy recurrente dentro de la población.
2. Exceso de autocontrol
El hecho de pasar todo el día intentado reprimir o controlar las ganas de comer puede acabar ocasionando un efecto rebote en el que la persona acabe comiendo grandes cantidades de comida en un espacio de tiempo muy reducido: los tan conocidos “atracones”, con el malestar físico y emocional que suelen provocar.
3. Comida como exclusiva fuente de placer
Degustar una buena comida es verdaderamente un placer. Sin embargo, cuando solamente encontramos el bienestar a través de ella, convirtiéndola en la “responsable” de nuestra satisfacción, nos encontramos ante un problema. Es importante identificar otras fuentes que nos generen sensaciones placenteras.
Continuará...
Dra. Alicia M. Miguez | Clínica Médica - Psiquiatría y Psicología Médica -
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