Todos alguna vez nos hemos sentido decepcionados por no conseguir algo que deseábamos, por recibir un trato que no esperábamos de una persona importante en nuestra vida, por no ser capaces de llegar a metas que nos habíamos propuesto, etc.
Tras atravesar una decepción nos veremos obligados a lidiar con una serie de sentimientos negativos; y lo más importante es poder afrontarlos y aceptarlos si queremos seguir adelante. Permitirnos sentir y expresar esas emociones será fundamental, así como obtener un valioso aprendizaje de esta experiencia. Pero, ante todo, habremos de aprender a confiar de nuevo, ya que la confianza es la que suele romperse en casos de decepción.
En el momento en el que nos relacionamos con alguien, o emprendemos algún nuevo proyecto, las expectativas se van formando y aumentando. Éstas hacen que comencemos a hacer predicciones sobre el cómo debería comportarse esa persona con nosotros o como tendrían que resultar las cosas.
Cuando las expectativas son muy altas o cuando la persona no cumple con sus “obligaciones implícitas”, o las cosas no salen como las planeamos entonces, nos sentimos desilusionados, frustrados, tristes y hasta enojados, fruto del profundo dolor por la decepción. Sin embargo, hay que tratar de que esas expectativas no nos lastimen o bien adaptarnos a lo que la realidad nos está ofreciendo. En general en nuestra vida todos tenemos objetivos y proyectos cargados de ilusiones, deseos, anhelos que no siempre salen como esperamos y esto nos genera dolor, sufrimiento e inseguridad.
¿Por qué sufrimos decepciones?
“La decepción es el resultado de falta de congruencia entre nuestras expectativas y la realidad.”
Nosotros teníamos una expectativa ante algo o alguien importante y al no cumplirse sufrimos una pérdida, la pérdida de una ilusión, por lo que esto generará un proceso similar al duelo. Esta pérdida conlleva la emoción de tristeza, por un lado y de miedo por otro. Miedo a que la situación se vuelva a repetir y a sufrir nuevamente.
Además, podemos sentir ira o enojo, ya que en cierto modo vamos a interpretar que estamos ante una situación de injusticia. Y, por último, puede conllevar sentimientos de impotencia y frustración ya que nos decepcionamos con nosotros mismos al no ser capaces de conseguir algo que deseábamos o al no haber podido obtener de una persona algo que dábamos por hecho.
Si no somos capaces de gestionar bien las emociones que conlleva la decepción nos podemos quedar atrapados en la tristeza, la ira o el miedo, lo cual nos acabará repercutiendo en nuestra autoestima, pues nuestro esquema de valía personal se verá amenazado ya que podemos tener una pérdida de confianza en nuestras capacidades y recursos. ¿Qué consecuencia tendrá esto? Que nos vamos a dejar invadir por el miedo y puede que nos protejamos en exceso para no volver a pasar por el estado en el que estamos ahora. Además, vivir con estas emociones negativas, angustiados, todo el tiempo enojados o temerosos, no es sano. La plenitud y el bienestar emocional se trata justamente de poder hacer frente a estas situaciones.
Claves para gestionar una decepción
En primer lugar, debemos aceptar la realidad tal y como es. Debemos gestionar «el duelo» de que las cosas no han ocurrido como esperábamos y de nada nos va a servir dramatizar, idealizar en exceso lo que no hemos conseguido, responsabilizar a los demás o culpabilizarnos a nosotros mismos. La realidad ha venido así y debemos aceptarla tal cómo viene.
- En tercer lugar, debemos revisar nuestros pensamientos y creencias, y evitar los “debería” ´. Si nos mostramos muy rígidos acerca de cómo se debería comportar el otro o nosotros mismos vamos a sufrir mucho. Un truco que nos puede ayudar es cambiar los “debería” por “me gustaría”. Cada persona es diferente y tiene sus propios valores, creencias y comportamientos, y debemos aceptarlos tal y cómo son. Por mucho que nos gustaría que la vida fuese de una manera determinada, no tenemos el poder de elegir cómo van a desarrollarse ciertos hechos. Por mucho que nos empeñemos, no podemos tener el control de cómo se va a desarrollar nuestra vida. Hay cosas que dependen de nosotros, y otras que no.
- Por último, es importante que tengamos una mirada introspectiva y así crezcamos personalmente. Esto quiere decir, que debemos reconocer cual es nuestra necesidad, nuestra carencia, qué es lo que buscábamos realmente y evitar caer en autoengaños que solo nos llevarán de nuevo a otra decepción.
En segundo lugar, debemos identificar y reconocer nuestras emociones. Es también importante que podamos permitirnos y comunicar nuestras emociones, compartirlas con nuestro entorno y nuestras personas de confianza. Y que no nos juzguemos, sino que nos aceptemos y cuidemos a nosotros mismos. Solo así vamos a poder recuperarnos y volver a intentarlo.
Dra. Alicia M. Miguez | Clínica Médica - Psiquiatría y Psicología Médica -
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Sanatorio Clínica Modelo de Morón.