HISTORIA CLÍNICA FANTÁSTICA N° 7
Mail de un mycobacterium tuberculosis

HISTORIAS CLÍNICAS FANTÁSTICAS

Estimado Doctor:

El jueves pasado presencié el Ateneo del cual Ud. participó. Los médicos presentaron el caso de un paciente joven con una caverna apical pulmonar y un conglomerado ganglionar en el cuello.

Recuerdo sus palabras finales que me hicieron reír: “Busquen a ese maldito mycobacterium porque debe estar en algún lado: en el esputo o en el ganglio. Si es necesario den vuelta al enfermo , pero encuéntrenlo!!! Nosotros le declaramos la guerra a ese microbio nefasto y él todavía está ahí!!!”

Todo eso era cierto pero me encantó el tono que usó; evidentemente estaba enojado. Ud. se preguntará cómo llegué a la Sala del Ateneo. También es una historia curiosa: un vendedor callejero de garrapiñadas, portador de muchos colegas míos, quiero decir enfermo de tuberculosis y bacilífero, al inflar las bolsitas, nos depositaba allí y literalmente salíamos de las cavernas pulmonares del buen hombre. Alguien se comió las garrapiñadas y como buen argentino, tiró el envase en el suelo de la Sala y yo me senté a escuchar sus discusiones rodeado de una dulce melaza. Pero bueno, esa es otra historieta. Ahora vayamos al grano, quiero decir, al granuloma, jaja!!! Perdóneme pero su especie me pone de buen humor.

En primer lugar, quiero expresarle mi gratitud ante la declaración de guerra contra mi humilde persona. No es la primera vez y, seguramente, no será la última.

Deseo expresarle que acompaño a su especie en su larga evolución. Por si no lo recuerda, yo estuve con Uds. antes que aprendiesen a escribir su propia historia. Unos viejos huesos dan testimonio de lo que afirmo.

Con el correr del tiempo, algunos de los mejores representantes de su progenie se dedicaron a perseguirme. Fue una fiesta.

Al principio no supe bien quienes eran, no estaba claro si se trataba de sacerdotes, brujos o chamanes, luego parece que se llamaron médicos. Estos personajes eran muy observadores y describían mi letal acción sobre sus congéneres: la tisis, me denominaron. Eran los médicos griegos. Una cosa que me molestó de ellos es que se dieron cuenta que contagio de persona a persona. Algunos compañeros míos se horrorizaron por ese descubrimiento pero yo les dije que se quedaran tranquilos. El tiempo está de mi parte y tuve razón.

Pasaron muchos años, siglos y milenios. Esos doctores se unieron y construyeron hospitales. Parece que les gustaba juntar a los enfermos para así poder contagiarlos mejor. No sé, a veces no los entiendo. Veo que Uds. están muy interesados en el lenguaje, pero me pareció de muy mal gusto que llamaran a mi efecto sobre sus cuerpos: tuberculosis. Por favor, a mí, compararme con los tubérculos de la tierra. Yo que he consumido vidas, pueblos y ciudades enteras. Realmente es una falta de respeto.

Como Ud. sabe, tengo una afición particular por residir en sus pulmones. Un francés quiso conocer mi obra en esos órganos e inventó un ridículo instrumento que los jóvenes médicos llevaban en el cuello como orgullo de su profesión. Por favor, querer asustarme con el estetoscopio. Se llamaba René Jacinto Teófilo Laënnec y me lo llevé conmigo. Esa costumbre de hacer autopsias sin protección, lo mató. Una pena, buen médico.

Pero esos, eran sólo juegos de guerra. Nada parecido a una verdadera confrontación. Bien, creo que ya es tiempo de confesar cuál fue mi primera batalla perdida. Me encontré con un alemán notable, Robert Koch. Ese sí que era un impertinente. Querer observarme, a mí, la bacteria que causa la muerte blanca. En fin, fue de mal gusto, pero logró teñir mi cuerpo. Ilusos, pensaron que identificándome, el próximo paso era derrotarme. No iba a ser tan fácil.

Otro alemán, Wilhelm Röntgen, inventó un aparato para ver mi efecto en los pulmones. Al finalizar el siglo XIX, me veían con el microscopio y observaban mi poder destructor con las radiografías. Parece que les gusta mirar, pero no se olvide que diagnosticar por el laboratorio y con las imágenes, no significa que me eliminen.

Durante el siglo XX, nos vimos las caras varias veces. Parece que en ese país que llaman Francia, no me quieren tampoco. Esos señores Calmette y Guerin me traen malos recuerdos. La BCG, su vacuna, fue un buen intento. En realidad, fue un premio a su paciencia: cultivarme 230 veces durante 14 años fue agotador. Lograron evitar las presentación de formas graves, pero igual yo seguí adelante. A propósito, ¿qué les pasa con las vacunas? ¿Para cuando alguna totalmente efectiva? Estoy esperando…

Otro intento que también me irritó a mí y otros bacterias amigas fueron los antibióticos. Esa manía de intoxicar el ambiente con sus productos, los llevó a crear drogas para combatir la enfermedad que produzco. Una desfachatez. Esos nombres que aborrezco: isoniacida, rifampicina, etambutol, pirazinamida y varios más. Al principio fueron malos momentos, realmente pensé que podían terminar conmigo. Enseguida me di cuenta que -otra vez!-, el tiempo es mi aliado, porque Uds. consideran que los tratamientos son largos. ¡Cómo piensan deshacerse de mí tan rápido! Tengo a favor que trabajo con una especie como la vuestra que adora el aquí y ahora, lo instantáneo, quieren todo ya!!! Les encantaría encontrar un tratamiento hiper-super-archi-abreviado y eliminarme así nomás. Señores llevo mucho tiempo con Uds. y los conozco. Por supuesto que cuento con su inconstancia y soberbia pero afortunadamente con su ayuda, logré reagruparme. Me hice resistente. ¡Pensaron que se iban a olvidar tan fácil de mí! A propósito, ¿hace cuánto tiempo que no inventan algún nuevo fármaco? porque de éstos, me estoy aburriendo.

En fin, como en algunos lugares desarrollados de su mundo estaban empezando a olvidarse de mí, tuve que traer refuerzos, para que su frágil memoria me recuerde. Convoqué a un virus que los preocupó mucho. En nuestro mundo microscópico somos todos aliados… Y llegó el virus de la inmunodeficiencia humana: VIH. ¿No se habrán esforzado mucho en buscar el nombre? Eso de ponerle el mismo nombre que el síndrome que produce, no es muy creativo, ¿verdad? VIH: ¿qué les pasa? ¿Ninguno de nosotros produce InmunoDeficiencias? O será que ¿Uds. están muy satisfechos con sus InmunoSuficiencias??? Pero recuerden que aún las mejores defensas inmunes pueden fallar y cómo a mí gusta dormir un poco, puedo reaparecer varias décadas después del primer contacto y me encanta reaparecer en vuestra vejez, en esa forma que llaman latente.

Bueno, mi querido clínico, amante de los Ateneos, no quiero aburrirlo, pero parece que a sus colegas investigadores, les gusta derrochar el dinero en conocerme más y más. Con esa nueva ciencia de la Biología Molecular descifraron mi código genético. ¿Y? Ahora conocen mi intimidad mejor que yo, pero no pueden vencerme.

¿Qué lograron, después de tanto tiempo? Observaron la enfermedad que produzco en sus cuerpos con sus ojos, sus microscopios y sus rayos X; me dieron un nombre; intentaron prevenirme con vacunas y matarme con drogas; disecaron mis genes… y yo sigo ahí.

Nuevamente lamento que me hayan declarado la guerra, pero lo digo con total humildad: antes de derrotarme a mí, deberían ocuparse de otras contingencias, tan humanas, digamos… No se olvide de los pobres, de los mal nutridos, de los que tienen trabajos insalubres, de los hacinados, de los otros enfermos…

Es más, me atrevo a darle un consejito: no pierda muchas energías conmigo. Cuando la avaricia, la pobreza, las guerras entre su propia especie hayan terminado, entonces me iré. Piense que tal vez, esté entre Uds. para recordarles que no dominan todas las cosas.

Sinceramente suyo.

Un mycobacterium tuberculosis.


Dr. José Luis Leone
Coordinador Comité de Docencia e Investigación
Clínica Modelo de Morón.

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